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Taro de Tahiche




La Fundación César Manrique se ha convertido en el custodio de las obras del genial artista que le da nombre. Aunque en 1987 se creó jurídicamente como "Amigos de Lanzarote", fue en 1992 cuando se convirtió definitivamente en La Fundación César Manrique.

La Fundación se ubica en la que fuera la casa de César Manrique, conocida como "El Taro de Tahíche". Taro es una palabra lanzaroteña con la que se denomina a la construcción con piedras superpuestas, sin argamasa; en frente de la casa se encuentra uno de estos taros.

La Fundación se levanta en un terreno muy peculiar y original, sobre cinco burbujas volcánicas y un jameo. La construcción de la que fuera su casa comenzó en 1968, junto con las obras de Los Jameos del Agua y el Monumento al Campesino.

En la planta subterránea y aprovechando las burbujas creó cinco salas diferenciadas: la de la fuente, la blanca, la roja, la negra y la amarilla. Las burbujas son de ocho metros de diámetro y cinco de altura, abiertas y decoradas de igual color que sus nombres.

En el interior del jameo el artista integró la piscina, de idéntico diseño al de Los Jameos del Agua, pero de menor tamaño.

En la planta alta, lo que antes eran las dependencias domésticas, están las salas del museo donde se puede contemplar la obra de Manrique, además de otras obras pertenecientes a su colección privada de autores como Picasso, Miró, Chillida, Guerrero, Chirino, Sempere, etc.

El Taro de Tahíche, convertido hoy en La Fundación César Manrique, es un hermoso lugar donde se conjuga la armonía con el paisaje exterior y las soluciones modernas.


Las instalaciones que en la actualidad constituyen la sede oficial de la Fundación César Manrique están conformadas por la casa de este artista tan singular y querido en Lanzarote , en las dependencias que ocupaba el servicio doméstico y los garajes.

El conjunto del espacio mencionado fue reciclado por el propio César Manrique para reconvertirlo a su nueva función de espacio museístico e infraestructura administrativa y de servicios.


La casa está edificada en una finca de 30.000 m², que se extiende sobre una colada lávica de las erupciones volcánicas ocurridas en la isla de Lanzarote entre 1730 y 1736.

César Manrique escogió el terreno a su regreso de Nueva York, cuando decide instalarse definitivamente en Lanzarote.

En 1968 comienza a construir esta arquitectura doméstica.

El edificio, levantado sobre cinco burbujas volcánicas naturales de gran tamaño, tiene, en sus dos niveles, 1.800 m² de superficie habitable, a los que hay que añadir 1.200 m² de terrazas y jardines, y 2.900 m² de aparcamientos.

La planta superior está inspirada en la arquitectura tradicional de Lanzarote a la que se incorporan elementos funcionales de concepción moderna (amplias cristaleras, generosos espacios, etc.).

En este nivel se localizaban las siguientes dependencias domésticas: el salón, la cocina, un cuarto de estar (sala Espacios), una habitación de invitados, su dormitorio (sala Bocetos) y un cuarto de baño en el que se integra abundante vegetación.

El nivel subterráneo aprovecha cinco burbujas volcánicas naturales, que fueron comunicadas por César Manrique a través de pequeños pasillos horadados en el basalto de la colada lávica y acondicionadas para ser habitadas.

Además, en el jameo central puede visitarse una amplia zona de descanso (piscina, pequeña pista de baile, horno, barbacoa...) con abundante vegetación.

El último espacio, ya a la salida, está constituido por el antiguo estudio del pintor, que fue ampliado con la inauguración de la Fundación, al remodelarse el edificio.

En la actualidad se expone en esa sala la pintura de César Manrique o alguna de las exposiciones temporales que organiza la FCM.

El área de servicios (bar y tienda) ocupa los antiguos garajes de la casa.

Desde el punto de vista artístico, dos son las características fundamentales de Taro de Tahíche:

la armónica síntesis entre una concepción moderna del espacio arquitectónico y la tradición de la arquitectura popular lanzaroteña; y el diálogo entre el edificio y la naturaleza, en una relación de comunicación y respeto permanente.

La sede de la Fundación constituye en sí misma, por su belleza, originalidad y emblemático, un patrimonio fundamental de la propia institución.

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