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* Los Valles,... caricia de colinas


REFLEXIONES

“… y galopar alegremente por un extenso valle hasta llegar al cansancio,
ese prado que se rinde tras los ojos que ya se cierran de la tarde.

Y razonar, y bañarnos de luz y bebernos una jarra de nubes y subirnos a un elefante
y desde su altura caer al mar, ese mar que siempre nos espera
para jugar con sus olas al escondite o hundirnos y bucear como un pez
y todo ello para llegar a la consecución de un poema que luego hemos de hacer trotar
como aquel caballo que esbozamos al comienzo de estas reflexiones. …”

@José María Millares Sall
(texto rescatado de su discurso “reflexiones”, cuando recibió el premio Canarias Literatura 2009)



...Es domingo y los perenquenes hacen saber al forastero que camina por el arcén de la carretera de Los Valles que no está solo.

Se escuchan ruidos, como si una mujer se hubiera vestido con una falda cosida con gajos de higuera seca, y hubiera echado a correr.

Manuel Peraza Pérez está sentado en el banquito que hay frente a su casa. De lejos, es un cachorro inclinado sobre un bastón de madera. Pasando la gripe al sol.

Manuel tiene 96 años, para 97. Y su mujer, Remedios, 88 para 89. Dicen no acordarse de los tiempos antiguos (ella) y no saber muy bien qué contar porque ya tienen el oído duro (él), pero la conversación de domingo les lleva fructíferamente del presente al pasado, en idas y vueltas constantes que los dejan a ratos sonriendo, siempre murmurando fechas y deshilando recuerdos.

Todavía mantienen una gavia para el cultivo de verduras caseras. Zanahorias, cebollinos, habichuelas y algo más que se les ocurre. “Ni sé a cuánto están las habichuelas en el mercado”, dice Remedios. Cultiva una riqueza de la que no se hace cargo.

Manuel y Remedios son una enciclopedia. Saben cómo y cuándo arar la tierra, qué necesita un cochino para comer, cómo se le saca provecho hasta la última gota de grasa ycuándo sembrar.

Tienen el conocimiento práctico, el que se adquiría antes de padres a hijos, porque el campo era la única fuente de riqueza. Tienen esa clarividencia que les falta a los biólogos e ingenieros agrónomos de ahora. Esa agudeza, de tantos y tantos años guardando semillas en los pajeros, que mezclada con las nuevas tecnologías sería un coctel extraordinario para el agro lanzaroteño.

  
“La mejor cosecha que recuerdo fue la del 28”, dice Manuel. Él nació en 1912, con que tenía 16 años cuando vio llover como nunca en su vida, y los campos producir y producir. Plantaban de todo, desde millo hasta cebada, nutritivos chícharos, lentejas, trigo que luego se molía en casa para hacer el pan. Conoció a Remedios en la puerta de la casa, en la montaña,entre Los Valles y Manguia.

Eran vecinos de cortijo y se casaron jóvenes. Remedios no deja de mencionar a su abuela, con la que se rozó más aún que con su madre. “Me tenía mimadísima… Me sentaba en una esquina, mientras escogía la cochinilla en el cribo”. Eso cuando aún vivía en Mala. Araban entonces con vacas y se manejaban a la perfección con las gallinas (los compradores tocaban a la puerta para comprarles huevos).

Del cochino aprovechaban hasta el tocino, con el que las mujeres componían una fritura con su ajito, su pizquito de vinagre y su orégano. Esa era la receta de la fritura de tocino. “La comíamos mojando gofio en la sartén de la fritura, todos reuniditos en la mesa”.

Mientras Manuel velaba por los animales, Remedios tenía que mirar por las seis criaturas, que en cuanto estaban un poco crecidas escuchaban la orden materna o paterna, incuestionable, natural como el respirar: “¡Muchacho, ve a soltar las cabras!”.

La hija debe de acordarse. Llega y participa en la conversación, sumándose a todas las cabezas que se lamentan por todos los años que el sistema educativo ha dejado de divulgar las artes rurales. Y ahora los chicos jóvenes no saben distinguir un cebollino de un iPod ultramoderno.

Como si una cosa quitara la otra… Como si hubiese que elegir entre construir blogs y saber regar tomates. “Parece que la gente se está animando un poquito más a cultivar, pero muy poco a poco… “.

Tan poco a poco que la gente que compra finca en  la montaña, para disfrutar del paisaje y del silencio del grillo nocturno, planta mal y no le crecen más que cuatro hierbas en el terreno.

Como todo, la cultura rural depende de la educación; no sólo de la inversión en el sector primario o del montante en ayudas agrarias que destine el Gobierno a los agricultores, que también.

Los hijos de Manuel y Remedios han seguido sacando las joyas a la tierra. Unos más que otros. Pero el que menos ha ido rastreando el terrenito y manteniéndolo limpio. En 2008, sacaron 2.000 sacos de papas y 800 de cebollas.

La tarde se va yendo a mala gana, como si la luz prefiriese estar entre los cultivos escalonados en verde y amarillo, jugando a ponerse bigotes con las espigas de trigo, entrometiéndose en las aulagas y cubriéndolo todo de un dorado que ni los quilates deun lingote.

“Nunca hemos pasado hambre”. Dice. Manuel. Necesidad, igual. O tal vez tampoco, porque si el mago húngaro Houdini hubiera visto los apaños de las familias del Lanzarote en los años 40, hubiese venido a Canarias a contagiarse de ese ingenio que racionaba y multiplicaba, casi milagrosamente, los recursos.

A falta de horno con pirólisis, se usaban teniques echados al fuego. Y madera de piteras, aulagas e higueras secas.

A falta de agua corriente, viajes al aljibe para coger agua en un cacharro.

Y cuando no había sol, una vela. A esa luz pasaba las noches Remedios, haciendopresilla y bordando manteles que luego vendía para no tener que pedir perras a su marido y poder echar una mano con los gastos a sus hijos, que estaban en el cuartel. “Cuando me daba cuenta, sentía los gallos cantar”.

Todas las semanas le tocaban la puerta algún viejito descalzo que iba pidiendo algo para comer y en casa de Remedios nunca se les negó una taza de garbanzos o un puñito de gofio. Otras visitas habituales eran las de las señoras de los pescadores que llegaban del Risco con pescado fresco coleando todavía en los cestos que llevaban sobre la cabeza.

La nostalgia sólo vale para viajar al pasado en ratos de aburrimiento.

Lo que se tercia es prensar los sistemas agrícolas y la cultura rural del pasado para obtener el mosto que enriquezca la economía lanzaroteña del siglo XXI. ¿Dónde queda el trabajo de los hombres y las mujeres que invirtieron años en intercambiar semillas para conseguir el mejor pedigrí para las suyas? La que mejor se daba, la más carnosa, la más recia. Si esa labor queda enterrada en un hoyo, convertida esta escuela del campo en mera postal turística, en una foto costumbrista que sacamos un domingo, perderemos años de ventaja y conocimiento.

Una mosca se empeña en la nariz de Manuel, y se va tal cual ha venido. Como arrecia el fresco de la tarde, la conversación termina. Y el coche que ha llegado hasta Los Valles lleno de bolsas de supermercado que no han conocido grano fresco en su vida, regresa a la capital. Y el burro que pace a la orilla de la carretera, ni se molesta en levantar la vista para despedir al automóvil.

@ artículo rescatado de: http://www.mascultura.com/.apartado: Lecciones de campo,… Tres generaciones de agrcultores.Manuel Peraza Pérez y su mujer Remedios, dos expertos de Los Valles en las mañas de sacarle fruto al campo.
Por M. J. Tabar. Fotografía de Guillermo Rodríguez.CULTURA RURAL

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