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Mancha Blanca


Semisumergido en un mar de lavas, se encuentra el Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca, una instalación, muy cercana al Parque Nacional de Timanfaya,  estinada a la acogida, información y desarrollo de actividades interpretativas para todos los visitantes del Parque. Con una superficie de 2.293 metros cuadrados, el Centro se distribuye entre el edifico principal y otros anexos que permiten apreciar realmente las riquezas naturales del Parque.

Para todo el que quiera conocer a fondo el fenómeno volcánico de Timanfaya, la   posición Permanente del Centro de Visitantes de Mancha Blanca es una visita  bligada. Se trata de diversas salas dotadas de distintos recursos interpretativos como paneles retroiluminados, maquetas y pantallas interactivas, etc. que permiten al visitante conocer de una manera sencilla aspectos claves para una óptima compresión de la posterior visita al Parque. Los Espacios Protegidos de Lanzarote, la estructura Interna de la Tierra, materias como la geodinámica y el volcanismo o el nacimiento de las Islas Canarias son algunos de los temas abordados
en la exposición.

La exposición también está dotada de una Cabina de Instrumentación, un elemento que resulta de gran importancia en los procesos de investigación de fenómenos volcánicos llevados a cabo por el Parque. También se puede asistir a una simulación de una erupción volcánica, donde los visitantes pueden experimentar sensaciones similares a las que vivieron los habitantes de Lanzarote cuando tuvieron lugar las últimas erupciones.

El Centro dispone de una sala de proyecciones donde se exhiben cuatro audiovisuales: un diaporama de imágenes, ambientado musicalmente con una banda sonora compuesta específicamente para esta actividad, y un documental de presentación del Parque Nacional de Timanfaya, y dos audiovisuales específicos sobre el volcanismo y la vida en Timanfaya.

Como complemento de las dos salas, el Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca cuenta con una biblioteca dotada de unos fondos completos sobre temas relacionados con el Parque Nacional de Timanfaya, Lanzarote y las Islas Canarias.

Para poder admirar lo que antes se ha visto en vídeos y paneles, el Centro dispone de un mirador. También puede sumergirse en las coladas volcánicas a través de un cómodo paseo por una pasarela adaptada para personas con discapacidad.

La Tienda-librería, ubicada a la entrada del edificio principal y un aparcamiento para 57 turismos y cinco guaguas completan las instalaciones del Centro de Visitantes de Mancha Blanca.
principal y otros anexos
que permiten apreciar realmente las riquezas naturales del
Parque.
Además como complemento a esa visita al centro de interpretación (hacerlo tranquilo y sin prisas para volver otro día y repartir los rincones a visitar)… En este caso para hacer la ruta desde el pueblo de Mancha Blanca hay una de los senderos más curiosas y especiales para hacer andando en Lanzarote y vivir con intensidad y de cerca de los volcanes. Es de interés para realizar esta ruta partir del pueblo de Mancha Blanca recorriendo el sendero hacia “Caldera Blanca”.

Para ello, en un cruce de caminos, en la misma carretera Mancha Blanca-Timanfaya, detectaremos sin dificultad el inicio de la ruta (dejar el coche a la salida el pueblo de Mancha Blanca en dirección a Timanfaya). Se trata de una vereda amplísima de tierra, de unos cuatro metros de ancho, desde la que, nítidamente, observaremos el destino del sendero: Caldera Blanca.

 Rodeando la senda, las lenguas de colada volcánica acaparan el protagonismo visual. Será la tónica general de la jornada, que sin embargo nunca aburrirá ni resultará monótono debido a las caprichosas y variadas formas que la lava solidificada adoptará según pasen los kilómetros.

A los diez minutos de ruta tropezaremos con un cartel informativo. Estamos, quién lo dudaría, en un parque natural. En Timanfaya. En concreto, en el segmento final de las erupciones del siglo XVIII, que atendiendo a la leyenda logró intimidar, y paralizar su paso, la Virgen de los Dolores de Tinajo.

En este punto, el camino se estrecha y la tierra da paso a un empedrado volcánico, rugoso, duro. Es conveniente, pues, calzarse adecuadamente con botas especiales de senderismo. El escenario resulta de una belleza extraordinaria. El líquen verde acoplado a la roca, las higueras, los bobos y la aulaga le confieren al espectáculo volcánico un aire misterioso: Tierra de fuego en silencio.



A los tres cuartos de hora de caminata, abordaremos el trayecto de entrada a uno de los conos montañosos de la ruta.

Se trata de Montaña Caldereta. Una inmensa boca nos acerca a la ancha caldera. En buen momento llega.

Tiempo de descanso y de disfrute contemplativo guarecidos en unas pequeñas chozas de piedra natural construidas por los cabreros de la zona.

El sendero continúa en la búsqueda del acceso a Caldera Blanca. Entre montañas atravesaremos una de las franjas más impactantes de la ruta. Bellísimas figuras de lava que la erosión ha logrado esculpir que parecen gigantes pedruscos de olivina, gracias a la riqueza de vegetación que se posa sobre éstas.

A la hora de paseo nos enfrentamos a la suave pendiente de ascenso que guiará nuestros pasos a Caldera Blanca. Momentos previos a su ascenso definitivo vale la pena mirar al norte de la isla. Apreciaremos un manto kilométrico de lava que inunda todo este espacio y se detecta su cansino andar, que interrumpió su conquista en las faldas de lo que hoy es Mancha Blanca. En días despejados, logramos identificar el risco de Famara, La Graciosa y Montaña Clara. Una mezcolanza de postales de una riqueza visual envidiable.

Alcanzamos la cima de Caldera Blanca. En ningún momento pudimos sospechar su majestuosa estampa. Tremenda caldera. Sus tonalidades diferentes, blanco, ocre, rojizo, verde; la proliferación de aulagas que salpican su estructura; el viento imperante; el portentoso silencio; la variedad de vistas…

Su anillo invita a ser rodeado para capturar instantes y visiones diferentes. “El mejor sendero que he hecho en Lanzarote”, dice taxativo nuestro acompañante de hoy, cuyas piernas han recorrido buena parte de la geografía insular. “El mejor, el mejor, ¿eh?”, insiste. “Oye, puede ser”, respondemos.

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