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* Campesina canaria,... sombra y esmeralda




Nadie más que yo

En el mar más profundo me guardo el sentimiento
y si el amor nos ata, lo esparciré en silencio.

Haré que la ternura te llegue entre las olas
y que el rocío del alba jamás te encuentre a solas.

Que la espuma te arrulle dormido entre mis brazos
y ser como la brisa besándote en los labios y
Océanos en calma se harán en noches largas.

Mar cálido, mar bravo, mar nuestro, mar salado.
Mareas en movimiento que en peor momento
nos funda en un abrazo y sea el final del cuento

Que no hay amor perfecto sin ti, y que así
no habrá nadie que te quiera más que yo,
dentro y fuera de esta tierra como yo.

Puede ser que no lo veas o tal vez que no lo amas.
Bien lo sabe Dios que en el mundo del amor
no habrá nadie que te quiera más que yo.

En el mar más profundo inventaré mis sueños
que caigan lentamente como del mismo cielo.

En tus ojos cariño cerrados o despiertos
y en medio de los años haré que sean eternos.

Haré de mí un refugio cuando el dolor te duela
porque en lo más hermoso también se tiene penas y
Océanos en calma se harán en noches largas...

No habrá nadie que te quiera más que yo...

Rosana

 

El día 15 de octubre se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural. Las mujeres rurales de Canarias, portadoras y sintetizadoras de nuestra cultura y tradiciones, desempeñaron el papel de madres y padres, ejerciendo un auténtico matriarcado, aunque sin apartarse del canon que establecía la sociedad patriarcal. Con el marido ausente (emigrado o fallecido), sufrieron la marginación social porque quedaban excluidas de los actos, reuniones y diversiones... pues debían mantener el recato y una conducta intachable para evitar ser censuradas.

Trabajadoras sin pausa, han sido las mujeres isleñas del mundo rural, imprescindibles en la evolución de la vida cotidiana y pilares básicos en la familia. Derrochadoras vitales que han sabido sobreponerse a las adversidades, a las malas cosechas y a las ausencias del marido.

Las campesinas, mujeres señeras en nuestra cultura, aprendían desde la infancia que la meta de su vida era cumplir con los deberes de esposa y madre en el ámbito del hogar, además de colaborar en las faenas del campo. Ocupaban parte de su vida sembrando, cuidando los cultivos, recogiendo la cosecha, atendiendo a los animales... participaban en las labores de las explotaciones agrícolas familiares compatibilizando con las actividades domésticas.

Aunque han trabajado siempre, no se les abonaba un salario por hacerlo en las propiedades familiares y ser considerado una ayuda a tiempo parcial.

Esta consideración ha provocado el ocultamiento de una larga jornada laboral con múltiples tareas agrícolas, ganaderas, elaboración de productos alimenticios y artesanos.

Mayor responsabilidad asumían las mujeres cuando el marido emigraba, pues se quedaba al frente de la prole y del trabajo agrícola para sacar adelante a la unidad familiar.

 La situación de olvido o abandono les obligaba a ejercer funciones de cabeza de familia, supliendo las ausencias del progenitor.

De este modo, la escasez de hombres en la actividad productiva movilizó a las mujeres; así cogió el arado para sembrar los campos, segó el trigo, cuidó las yuntas y otros animales, serró madera, destejó, construyó muros...

Caso similar fue el de las mujeres viudas, pues tampoco podemos ignorar que las circunstancias sociales provocaron la evolución de comportamientos que en otros momentos fueron atípicos.

  

Las mujeres rurales de Canarias, portadoras y sintetizadoras de nuestra cultura y tradiciones, desempeñaron el papel de madres y padres, ejerciendo un auténtico matriarcado, aunque sin apartarse del canon que establecía la sociedad patriarcal.

Con el marido ausente (emigrado o fallecido), sufrieron la marginación social porque quedaban excluidas de los actos, reuniones y diversiones... pues debían mantener el recato y una conducta intachable para evitar ser censuradas.

No obstante, como la generalidad de las mujeres, tuvo un espacio de actuación muy restringido, ausente de la vida pública y limitado a su función en el hogar y la familia.

En la actualidad, según la federación española de Mujeres Rurales, existen cinco millones de mujeres rurales en España, de las que trescientas mil son titulares de la propiedad. El 82% no gana salario, trabaja sin remuneración alguna; al tratarse de explotaciones familiares no ve compensado económicamente su esfuerzo laboral; compatibilizan las faenas agrícolas con la realización de las tareas del hogar.

En este caso se incluyen las campesinas canarias; no detentan apenas propiedades, pues el minifundismo isleño junto a otros factores ha esclavizado a muchas féminas cerrándoles otras perspectivas.

No son personas con formación, carecen de cualificación profesional y cada vez hay menos mujeres rurales, porque el sector servicios absorbe su mando de obra.

Les cuesta acceder a la formación, por la lejanía del medio y la ruptura que supone con su entorno tener que desplazarse a otro lugar.

El aporte económico, social y cultural de las mujeres en el medio rural canario ha permanecido oculto. La realidad presente y pasada ha ignorado su contribución, a sabiendas de que ellas han sido imprescindibles en las transformaciones acaecidas en el agro isleño.

Los datos estadísticos tampoco valoran su trabajo real, porque se refieren al cómputo global y no distinguen entre hombres y mujeres. Invisibles pero decisivas han sido las campesinas canarias, mujeres coraje capaces de solventar la problemática generada en su entorno; no en vano han propiciado el sustento a muchas generaciones. Ignoradas por una sociedad masculinizada que no ha sabido reconocer su mérito, pero la memoria colectiva da fe de ello.



@artículo de Teresa González Pérez es Catedrática de Escuela Universitaria. Universidad de La Laguna. Publicado en El Baleo, Boletín Informativo. Número 4, mayo 2003.        Las campesinas canarias, mujeres coraje.  Rev. Nº 230

Campesina canaria


Soy campesina de tierra ajena
Siembro alegrías, recojo penas
Compro semillas, agua y abono
Debo sudores y esfuerzos rotos
Soy platanera, surco y trial
Huerta reseca, voz de un erial
Nada me pagan, nada me dejan
Quieren que calle, quieren que venda
Soy campesina de orillas muertas,
Dejo mi vida para que crezcan
Agua que bajas por la atarjea
Mojando sueños de tierra isleña
Soy campesina pobre y honrada
Que tanto hicieron…. que me  han robado

Adaptación al femenino de un poema sobre el campesino canario, rescatado en @www.Tigaray.es

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